Hasta ahora, he escrito varios cuentos, una novela (cortísima), unas cuantas columnas y ya no sé ni cuántos posts en este blog. Las ideas me vienen en el carro, mientras nado, cuando como o sentada frente a la computadora porque ya es la hora de publicar. Los temas se vienen a veces muy claros, otras tienen que dejarse cocinar en la parte de atrás del cerebro. Allí los arman todas las neuronas del inconsciente hasta que las puedo poner en letras.
Pero nunca he escrito acerca de mi mamá. No en el sentido de un cuento, ni relatar cómo fue cuidarla en sus últimos años. Ni siquiera de los recuerdos que tengo de ella de niña. Creo que el tema me es muy cercano. Si sólo escribo acerca de lo que viví con ella al final, siento que estaría traicionando los otros 28 años que pasé con ella. Pero esa parte también está en nuestra historia. No quiero sólo recordar lo difícil. Pero eso es lo que me viene a la mente cuando pienso en mi mamá. Me falta la complejidad de una vida unida a otra, sobre todo de la forma en la que estábamos.
Puedo no escribir acerca de eso, aunque sé que ocupa un espacio en la caja de temas y que tal vez me haría bien sacarlo. Y no enseñarlo. A veces uno sólo escribe para quitarse el peso de las palabras de encima. No para que alguien más lo cargue.