Caernos

A veces, la vida nos empuja

para que caigamos desde donde más nos duele

y nos hagamos pedazos,

sólo para que, al buscar entre lo roto,

podamos dejar atrás lo que ya no sirve

y nos rearmemos con lo que más nos gusta.

Así me concentro (ok no)

Ahora mismo tengo que escribir. Me hace falta muy poco para terminar un proyecto y tengo que escribir. No esto, pues, otra cosa. Y tengo puesta música (Hace Calor, para mejores señas) y abierto el Twitter y estoy escribiendo esto que no es lo que tengo que escribir.

Me pasa frecuentemente que, cuando tengo proyectos importantes, me cuesta concentrarme a terminarlos, porque siento el peso del interés que les he asignado y eso me paraliza un poco. Es como la tontera de amar un par de zapatos nuevos y no querer ponérmelos para no ensuciarlos.

Navegamos mucho más fácil entre las cosas a las que no les brindamos alguna parte nuestra. Esas actividades que no nos son trascendentes, las relaciones que no nos sostienen, son mucho más sencillas de realizar, porque no tenemos expectativas del resultado. Entregarse a algo o a alguien y no recibir lo que uno esperaba es tan doloroso, que a veces, le huimos a ese apego. Como depilarse: mientras más pelitos, más duele…

La ansiedad de comenzar un trabajo que nos gusta, salir con alguien que nos encanta, hacer algo propio que nos va a alimentar el alma, es proporcional a lo que podemos ganar si tenemos éxito. Yo, en este momento, tengo que escribir. Y sigo alargando el momento de hacerlo, porque tengo que trabajar… Y ver el Twitter. Y, tal vez abrir esa botella de vino que dejé lista. Me cuesta seguir, porque sé todo lo que le he metido. Pero, por lo mismo, no puedo detenerme ahora que estoy tan cerca del final. Sólo espero que ese final no sea un trancazo contra una pared.