Este año, al igual que el anterior, me tomé fotos para regalarlas al marido del día del cariño. Con fotógrafo profesional y maquillista, porque no soy la preferida de la cámara. La vez pasada pudimos escoger sólo 10 del montón que quedaron en el olvido. Ahora por lo menos salieron 20. Son momentos perfectos robados de la realidad en los que veo una mujer que a veces soy. Lindo poder dejar ese recuerdo, como la colección de fotos de cuando tenía veinte años, las de bebé redonda, la niña abrazando a su papá.
Ahora con la facilidad de tomar y ver inmediatamente en un teléfono lo que se quiere captar, tenemos una orgía de imágenes a nuestra disposición y no nos dan la sorpresa en la caseta Kodak. Así, puedo enseñarles sus berrinches a mis hijos, que tienen sucia la cara y la parte de atrás de la camisa (aún no sé cómo), el pelo de loca, todas las realidades comunes, que no son precisamente enmarcables.
Recientemente circuló una foto de Cindy Crawford, quien a sus casi 49 años, dos matrimonios y dos hijos después, está como tiene que estar. Es tan sorprendente ver a una modelo sin retoques, que se nos olvida que no es el espejo el que nos da una imagen inexistente, sino la publicidad.
La vida no es como las fotos, escogida y perfecta. Para eso está el Facebook. Está bien que atesoremos los mejores momentos, pero prefiero pensar que a mi esposo le gusto en un día normal, en mi usual facha y no sólo en esas 20 imágenes. Salieron preciosas, eso sí. Y no, no se las voy a enseñar.