Todo cuesta

Nadie tiene una vida sin problemas. Y, como todo es relativo, no importa el tamaño de los mismos, siempre se sienten pesados. Por eso es que los seres humanos tenemos la capacidad de ponernos en los zapatos de los demás e imaginar cómo se sienten. Para ser empáticos y ayudar y para darle perspectiva al vaso en el que nos ahogamos.

Meditar, agradecer, escribir, todos esos ejercicios de autoexamen también ayudan para no sentir tanta pesadez. Y una buena medida de sentido del humor dirigido hacia uno mismo también.

Pues sí. Todo cuesta. Y la piedra siempre rueda antes de llegar a la cima. Pero al menos no nos aplasta y ejercitamos algo empujándola.

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