Hace poco amanecí con 6 ronchas en la cadera izquierda. Me picaron hasta que me di cuenta que las tenía. Y me comencé a rascar como desesperada. ¡Eran 6! ¡Todas juntas! Sospecho de alguna pulga perdida por allí (entre los gatos de la calle, la grama del jardín y mis gatos, no sé quién fue el culpable.
Hay cosas que nos molestan hasta que nos damos cuenta que las tenemos. Así como me pasó con las ronchas. Así como me está pasando con cosas de mi carácter que nunca me habían incomodado. Partamos de que nadie es el mejor observador de sí mismo. Y que nadie cambia hasta que tienen necesidad de hacerlo. Hasta ahora, yo había navegado con algún éxito en mi vida interpersonal, sobre todo en los últimos años. No había tenido que cambiar nada para casarme con mi marido, a quien le caigo bien tal y como soy.
Cambiar por alguien, sólo por caerle bien o cumplir sus deseos, no sirve. Nunca. Pero, darse cuenta de algo que ya no funciona en la vida y corregir el rumbo, porque uno quiere, claro que sí funciona. Siempre. Causa una especie de dolor el hecho de no poder obtener los resultados deseados. Y es allí en donde la incomodidad nos sirve para mejorar.
Algo así como las ronchas, que me picaron hasta que las vi. Así como mi constante querer hacer lo que quiero, como lo quiero y cuando lo quiero, de forma cerrada y no se hable más. Ya me duele estar así estricta. Toca cambiar.