«Eso es buena seña,» decía mi mamá. Aquel consuelo… Y no sé qué es lo que me da el dolor. Tomo agua, como bien, tomo café. Y poco más se puede hacer. A veces toca que duela la cabeza.
Igual que a veces nos toca quedarnos trabados en el tráfico que nos hubiéramos podido evitar si hubiéramos salido cinco minutos antes. O comprar algo más barato si nos esperamos una semana.
La vida está llena de circunstancias que nos afectan y sobre las que muy poco podemos influir. Tenemos habilidad como seres humanos para proyectarnos en el futuro y hacer planes. Nos moriríamos de hambre si no fuera así. Pero no hay forma que nos aseguremos que los planes nos van a salir exactamente como los queremos.
Es como preparar el barco que navegamos lo mejor posible, sabiendo perfectamente bien que no podemos controlar ni un segundo del clima. Tenemos que aprender a navegar en el mar que nos toque.
Allí es donde podemos aprender a diferenciar entre «metas» y «deseos». Yo tengo como meta escribir. Pero no puedo controlar que me lean. Ese es mi deseo.
Igual puedo tratar de cuidarme para no enfermarme. Pero, de vez en cuando, igual me duele la cabeza.