De pequeña siempre quise no dormir una noche entera. Cuando al fin lo hice, lo detesté. ¿A quién se le ocurre que hacer eso pueda ser divertido? Y, si estamos en eso, ¿por qué demonios tienen que hacer las fiestas de noche? Si está oscuro, uno duerme. No hay cosa menos lógica que ese afán de ir contra nuestra naturaleza diurna.
Tener expectativas y que no se cumplan es la razón principal de tener dolor en la vida. Y nos lo causamos nosotros mismos, porque nadie más nos hace las historias que armamos para contar lo que creemos que va a pasar. Cuando no corresponde la realidad con lo esperado, hay un vacío que duele llenar. Hasta cuando es mejor porque entonces no queremos que termine y eso también nos causa dolor. Es difícil no proyectar deseos a futuro. El progreso de nuestra vida es un cumplimiento tras otro de cosas que nos imaginamos van a suceder. Las metas son expectativas. Las relaciones están basadas en esperanzas acerca del futuro. Pero clavarse en lo que uno cree que va a suceder, lo obliga a uno a quedarse en una postura que tal vez es insostenible.
Sigo detestando desvelarme. Aunque sí hay fiestas que me gustan, entonces le hago ganas y a veces me sorprende no terminar destruida.