La Necedad

A veces me pregunto si no me equivoqué con el nombre de mi hija. Fátima es precioso, pero no le va a una de las características más salientes de su personita. «René» le hubiera quedado mejor. Porque ese frasquito de sorpresas que apenas pasa del metro de estatura es de ideas fijas, por ponerlo bonito. Una mezcla de autoconfianza, inteligencia y poca experiencia, la hace insistir en las cosas más disparatadas. Pero también le ha permitido cambiar de cinta de karate a los 3 años, aprendiendo movimientos que no son fáciles ni para gente de 38 (ejem, ejem).

La diferencia entre ser necio y persistente es simplemente lograr lo que se quiere. También la diferencia entre ser loco y genio es lograr lo imposible. Una no existe sin la otra. Esperar a que lo lleve a uno la inspiración para hacer algo es como pretender ver un video de ejercicios y que le salgan músculos. El talento, inspiración, epifanía, revelación, sólo son la primera chispa. Para encender una hoguera se necesita reunir la madera y colocarla de forma eficiente, llevar un método de combustión rápida que caliente fácil y estar dispuestos a soplar hasta quedarse sin aliento y llenarse de humo. Allí es donde la necedad, perseveranciá, persistencia, dedicación, como quieran decirle, se revela en su verdadero valor.

Por eso no reniego de esa cualidad en mi pulga, por mucho que se me olvide el beneficio que tiene y termine discutiendo con ella durante media hora de por qué sus maestras no pueden convertirse en mariposas, por ejemplo. La idea del cambio de nombre comienza con mis papás refiriéndose a mis encantadoras fijaciones.

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