Yo creo que soy directa y clara. Digo algo que creo que se entiende a la perfección, que no va con sentido oculto, que debería entenderse a la primera… pero no. Ni se me entiende rápido, ni soy tan clara como creo.
Porque todos creemos que nos estamos expresando de manera que nos entiendan. Y se nos pasa que no somos nuestros propios receptores. El mensaje lo capta otra persona que puede tener un lenguaje muy diferente al nuestro, por mucho que hablemos el mismo idioma.
Sí. Somos complicados. Más cuando hablamos sobre una relación que ya está codificada y en la que pareciera que la conversación se lleva en varios niveles. Hablar de forma “clara”, si la otra persona no lo entiende, es tan útil como un mensaje perfectamente escrito, metido en una botella que vaga en el mar.
Los humanos tenemos un lenguaje complejo, no para transmitirnos hechos. Para eso basta señalar con un dedo. No, nosotros necesitamos las palabras para compartir nuestro mundo interior, ese que existe entre nuestras orejas y del que sólo nosotros somos sus habitantes.
Hay que tomar en cuenta que ese compartirnos tiene el mismo nivel de dificultad que describirle se sensaciones percibidas a través de sentidos propios, a alguien que no los tiene igual. Traten de hablarle de colores a alguien que no puede ver…
Yo soy muy clara. Para mí. Pero no vivo sólo conmigo. Me toca ser clara para los otros. O quedarme hablando sola.