Aunque no soy fan de Almodóvar, todas sus películas me han puesto a pensar. Tienen en el fondo cuestionamientos filosóficos y morales que lo empujan a uno al filo de la aceptación: sí, yo también haría lo mismo. Es la marca de la buena ficción el situarnos más allá del lugar donde habitamos y forzarnos a considerar más posibilidades.
Nuestro cerebro funciona en modo abstracto y desvestido de materialidad, y en modo simbólico, atado a lo experimentado a través de los sentidos. Las personas mejor integradas entienden la importancia de ambos y logran navegar entre los dos puertos. Y para eso muchas veces sirve el arte que sea simbólico y concreto a la vez, que represente algo real y lo eleve.
La buena ficción nos transforma. Y nos permite regresar mejor al mundo real.