Gente querida

Hoy vi a una señora amiga de mi mamá y a su mamá después de mucho tiempo de no verlas. Gente encantadora que me trae recuerdos felices de tardes viéndolas decorar pasteles con una habilidad que aún me parece sobrenatural. Encontrarme con gente así, que me recuerda a mi mamá y lo maravillosa que era, me llenan de un sentimiento difícil de describir.

El lenguaje tiene serias limitaciones para transmitir ideas complejas, peor si se refieren a sentimientos. Resulta que tenemos miles de millones de conexiones entre las neuronas y pocas de ésas se requieren para observar el mundo exterior. Nuestra vida interna es muchísimo más rica, más complicada, más gratificante, que lo que nos pasa de la piel para afuera.

Por eso se han gastado ojos y dedos y papel y tinta y corazones y vidas en tratar de describir cosas como el amor. Nos podemos aproximar. Leer un poema y sentir que está describiendo lo que llevamos dentro. Pero nunca es exacto. Igual para esa sensación de pérdida y felicidad y cariño y tristeza que se me mezcla en un frasquito lleno de una pócima dulce y amargo cada vez que me recuerdan a mi mamá con cariño.

He aprendido a tragármelo con una sonrisa. Porque me duele, sí. Y porque la extraño, también. Y porque la quiero. Pero, sobre todo, porque la sigo llevando conmigo y ya no me pesa.

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