El término medio

Esa parte del Apocalipsis que dice «a los tibios los vomitaré» me marcó para toda mi vida. Vengo de una cultura de gente mesurada. Al final del día, todos hemos crecido un poco pensando que «en el término medio está la virtud». Ese término medio, muchas veces lo confundimos con una mediocridad que no se puede definir. Por eso me llamó tanto la atención leer «ojalá fueras frío o caliente» de uno de los libros que más nos ha influenciado en nuestro pensamiento occidental.

Y es que no hay cosa peor que la tibieza, esa que ni quema ni enfría, que ni sabe rico ni feo, que ni molesta ni agrada. Esa mediocridad del que no quiere sobresalir por no llamar la atención. Del que se conforma con hacer las cosas medio bien.

Creo que actuamos muchas veces así por miedo a tomar riesgos grandes, esos que pueden cambiar nuestras vidas para siempre. Mejor seguir navegando con la corriente y a ver cómo (si es que alguna vez), llegamos a algún lugar que nos guste. Vemos con espanto mezclado de admiración al valiente que se lanza al vacío porque sabe (o espera) que hay una corriente más rápida más allá de donde lo arrastra la conformidad.

El «término medio» no es esa tibieza. Es un balance que de cómodo no tiene absolutamente nada, porque requiere que mantengamos el equilibrio constante entre cosas opuestas, igualmente buenas, que nos halan hacia un lado y al otro. Unas veces es necesario ser frío, otras caliente. Pero hay que serlo y dejar lo tibio para cosas blandas que uno come cuando está enfermo.

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