Hay un pequeño espacio en mi vida en que le permito a mi mente dejar de dar vueltas. Cuando medito, cuando hago karate, cuando nado, cuando hago yoga. Es un momento de poner atención. Y también es un momento de apreciar. Mi cuerpo logra hacer cosas maravillosas como respirar y hasta eso se le pasa a uno por alto agradecerlo.
Si tuviéramos que hacer de forma consciente todo lo que hace nuestro cuerpo en automático, como latir, no podríamos hacer nada más. La maquinaria que ignoramos generalmente nos permite avanzar sobre rieles hacia adelante y ponerle atención a cosas más “importantes”. Parar y fijarse es esencial. Porque ayuda a quererse a uno mismo.
Hoy pude hacer algo en yoga que no había logrado antes: darme gracias por poder estar. A veces eso es suficiente.