Lo que nunca te dijeron

Uno trata de decirles a los hijos cómo es la vida, pero es imposible comunicarlo todo. Primero porque uno no lo sabe todo. Y segundo porque no hay forma de transmitirlo sólo hablando. Es mucho como dar direcciones cuando hay mucho más que un solo camino. Puede que vayan por donde uno les dijo, pero igual y no.

Vivir con una comunidad cercana sirve para ver qué han hecho y cuáles han sido las consecuencias. Pero eso a veces implica que los que han estado allí antes, creen que sólo hay una manera de hacer las cosas. No es cierto. Y lo nuevo siempre conlleva errores, tropiezos, desvíos y avances.

Tal vez lo más importante que nunca me dijeron fue que puedo hacer un camino totalmente nuevo. Y espero que a mí no se me pase decírselos a mis hijos.

Imprevistos

La vida depende de tantas cosas que no dependen de uno. Es que ni la reacción de nuestro propio cuerpo tenemos asegurada. ¿Aquella comida que nos pasaba normal? ¡Sorpresa! Esta vez fue una bomba. Y así, lo que hacemos se determina afuera, sin nuestra participación.

La falta de predictibilidad es un ingrediente para degradar relaciones. Pero vivimos con ella siempre, porque por más que podamos tener una expectativa razonable del desenlace de una acción, no hay garantías. De nada.

Trato, realmente trato de ser un palo de bambú y moverme con el viento, mientras conservo mis raíces. Pero siempre hay imprevistos y a veces me tiran al suelo. Sólo toca levantarme y seguir.

Tengo que escribir

Necesito algunos minutos de calma para escribir todos los días. No es mucho. Pero es importante que no me interrumpan. Y… obvio… me interrumpen. «Mama» es una palabra desgastada en el diccionario, como todas esas palabras que se utilizan una y otra vez. Pero ésta no se borra su significado, porque allí vamos, como siempre, las mamás a responderla.

¿Cuándo se volvió la maternidad una ocupación tan solitaria? He escuchado tantas veces ese adagio que dice que se necesita de todo un pueblo para criar un niño. Yo no tuve ni madre. Literalmente. No me quejo (sólo un poco), pero sí veo una ventaja tener una guía práctica. Ni modo. Es lo que hay.

Todo se resume en que, en mi casa, si yo escribo, no me pueden invocar. Supongo que hasta los demonios tienen un día libre.

Sin pasión

Si no sintiera

podría verte objetivamente

te daría siempre la razón

tal vez te querría mejor, aunque menos

o te dejaría ir,

si no sintiera,

sin que me doliera verte partir.

Pero el dolor también es rico

la pasión calienta antes de quemar

y a mí siempre me ha gustado el fuego.

Ahorita

Me encanta tener rutina. Lo he dicho y lo repito. Es ese puerto seguro en una vida incierta. Porque todo es incierto. Hasta amanecer. Y podría darme ansiedad, pero saber que el lunes lavo ropa y el sábado nado y todo lo que pasa en medio, me da paz.

Pero también me gustan las cosas de última hora. Esa aventura a la que uno responde: ahorita. No siempre se puede. Ni siempre digo que sí. Aunque debería hacerlo más.

Al final, pasamos entre lo de la agenda y el ahorita, y queda en nuestra capacidad de ser felices en ambos extremos uno de los mejores secretos de la existencia.

Malas relaciones

Generalmente, tenemos dos formas de pensar en la muerte: o no hacerlo para nada, o hacerlo mórbidamente todo el tiempo. Es un látigo (apresúrate a vivir porque ya vas a morir), un consuelo (el cielo más allá), la emblema del nihilismo (qué más da si de todas formas ya no estaremos). Pero la gente que encuentra ese término entre el realismo, la aceptación y la trascendencia, ésa es la que ya ganó todo.

Nos cuesta imaginarnos que no existamos en algún momento. Como si fuéramos tan importantes para persistir de alguna forma u otra. Y en toda la Historia los humanos hemos imaginado qué nos pasa después. Y está bien. El problema es cuando ese después nos tuerce el ahora.

Yo no tengo sentimientos acerca de morir. Es como tener sentimientos acerca de que el agua moje o el fuego queme. Es lo que hay. Claro que eso no aplica para la muerte de los míos. Allí sí siento cosas, todas malas. No creo jamás cambiar esto. Pero sí quisiera no perder mi indiferencia principal. Es mejor eso a otra clase de obsesión.

Las evoluciones

Hoy, mientras acompañaba a almorzar al niño, recordé lo difícil que era darle de comer de bebé. Tuvo una época de no querer comer y la solución fue muy sencilla aunque no tan fácil. Ahora tiene sus momentos, como hoy, cuando no hay comida que le alcance.

Pretender que las relaciones se queden estáticas sólo porque uno ya aprendió a lidiar con una de sus evoluciones es ridículo. Porque aunque hubiera una sola cosa que no cambiara, uno sí lo hace, todo el tiempo. Hasta la comida le sabe a uno diferente.

Me gustaría saber cómo viene el cambio, no sólo que viene. Tal vez así no me costaría tanto. Pero se hace lo que se tiene qué hacer.

Lo más difícil es no hacer nada

Pídanme que resuelva y me hacen feliz. Sentirse útil es un rush, satisfacción garantizada. Nada como ayudar. Justifica la existencia. Pero así como mi emoción básica es el enojo sobre la tristeza porque me empuja a actuar y no siempre es adecuado, la acción no es siempre el mejor camino.

Esa canción de Fito Páez, Al lado del camino, describe justamente lo que nos toca hacer a veces: ver pasar la vida. Porque no se trata de hacer cosas todo el tiempo.

La gente que uno quiere a veces sólo necesita que uno esté. Simplemente eso. Y uno a veces tiene que sentarse y no hacer nada. Aunque sea lo más difícil.

Todo en línea

La inmediatez… esa vaina es adictiva. Cómo me gusta saber que sé dónde están mis hijos hasta cuando están en el bus. O que puedo hablar con cualquier persona en el mundo con tan sólo saber su número. O que le escribo un mensaje a alguien y sé que le llega. Pero es una vaina. Porque no espero un espacio de respiro y me frustro cuando no hay respuesta inmediata. Que tampoco es lógico.

Hemos cambiado tan rápido nuestra forma de comportarnos en tan poco tiempo, que el regreso a lo básico parece inminente. Wilson, en On Human Nature, habla de una evolución biológica confrontada contra una cultural y que la segunda necesariamente tiene que revertirse a la primera. Simplemente por el hecho que nuestros cerebros están diseñados hasta para procesar el placer de una forma y que ahora se los damos de otra. Nos podemos deshacer como especie buscando el progreso inmediato sólo para irnos a chocar contra la pared de nuestra biología.

En cuanto a que todo está aquí, ahora, en una pantalla más pequeña que una página, espero volver a aprender a esperar. No todo tiene que ser ahorita.