Me encanta estar sola. Camino a mi ritmo (rápido), miro lo que me interesa, me voy cuando quiero. Es una deformación de ser hija única, supongo. Me extraña que a muchos les cueste sentarse en un restaurante a comer solos. Siempre se puede leer.
Los seres humanos sólo podemos sobrevivir, emocional y prácticamente, en sociedad. No hay forma de llenarse uno todas sus necesidades. Hasta hablar con alguien más es esencial y el ser visto se siente glorioso. Además ¿cómo nos enteramos que tenemos un perejil trabado entre los dientes si alguien más no nos lo dice? Hay lugares en la espalda que pican y uno no alcanza rascarse. No necesito más prueba de la necesidad de estar acompañado.
Me encanta salir, ver gente, platicar. Pero a mi ritmo. Por eso escojo a dónde ir. Sobre todo si no llevo mi carro y me puedo largar desapercibida. Una especie de arisca social. Y está bien. Puedo con eso.