Sociablemente arisca

Me encanta estar sola. Camino a mi ritmo (rápido), miro lo que me interesa, me voy cuando quiero. Es una deformación de ser hija única, supongo. Me extraña que a muchos les cueste sentarse en un restaurante a comer solos. Siempre se puede leer.

Los seres humanos sólo podemos sobrevivir, emocional y prácticamente, en sociedad. No hay forma de llenarse uno todas sus necesidades. Hasta hablar con alguien más es esencial y el ser visto se siente glorioso. Además ¿cómo nos enteramos que tenemos un perejil trabado entre los dientes si alguien más no nos lo dice? Hay lugares en la espalda que pican y uno no alcanza rascarse. No necesito más prueba de la necesidad de estar acompañado.

Me encanta salir, ver gente, platicar. Pero a mi ritmo. Por eso escojo a dónde ir. Sobre todo si no llevo mi carro y me puedo largar desapercibida. Una especie de arisca social. Y está bien. Puedo con eso.

Escribir en futuro

Uno escribe y cree que alguien, en otro momento, lo va a leer. Ese alguien puede ser uno mismo más adelante, que igual es una persona distinta de quien escribió el texto. Las palabras no cambian, sólo su forma de ser entendidas. Me gusta proyectarme hacia un futuro incierto. Es mi manera de lanzar un anzuelo y que haya vida después de hoy. Cosa que nadie está seguro.

Tal vez eso es lo que hacemos los humanos de siempre: tirar piedras en el pozo del tiempo, deseando que las ondas permanezcan aún cuando nosotros ya no estemos. En ese sentido, existimos rodeados de la musica que se quedó vibrando desde siglos atrás, aunque no la podamos escuchar conscientemente.

Cada mano plasmada en una pared oscura, cada verso aprendido de memoria y transmitido de generación en generación, cada frase escrita, aún la más mala, nos lleva a un viaje en el tiempo. La única forma de hacerlo.