Los niños se quedan tarde en el colegio y tengo más tiempo que lo normal. Es genial cuando quiero escribir y siempre quiero escribir, pero las semanas terminan demasiado rápido y me quedo sin planes para estos días largos. Es raro y feo y bonito tener tanto tiempo para mí.
Quisiera asegurar que siempre hago algo productivo, pero no es cierto. Lo que hago es pasar sin hablar todo el día. Es demasiado rico. Me recuerda que podría estar así mucho tiempo. No sé si sea bueno o malo.
El paso del tiempo es plástico. Se nos alargan las llegadas de los días que esperamos y se ponen en cámara rápida los momentos que disfrutamos. Y es porque tenemos menos tiempo para fijarnos en todo lo que no está. Tal vez por eso hacen retiros de silencio, para que el vacío haga transcurrir el tiempo como miel y se queden atrapadas todas las ideas que nos rondan o nos molestan.
Como me pasa los miércoles. Analizar la vida sin interrupciones es un ejercicio que cuesta, pero sirve. Aunque algunas veces me deje tentar por la gana de ver tele, siempre termino escribiendo y eso es verme por dentro.
Pero sólo los miércoles. Y ya viene el bus.