La vida siempre se queda corta. No leemos todos los libros, ni vamos en todos los viajes, ni damos todos los besos. Se nos pasa el tiempo y no hicimos esa última visita. Se pasó el helado en el congelador porque lo dejamos para más tarde. Y, aunque nos lo comiéramos, dejamos el resto del helado que hay en existencia y por venir.
Se nos acaba la vida, porque así es la cosa y tenemos que admitir que vamos a dejar cosas sin hacer, por mucho que nos afanemos. Y está bien. Aunque siempre hay más, lo que hay ahorita es lo que hay.
Me doy permiso a veces de no hacer nada. De dejar libres horas. Porque la nada también se agota y la vida empuja a hacer. Aunque no sea nunca suficiente.