Los benditos «skinny jeans». Para alguien como yo, que ni de lejos tengo piernas «skinny», son la moda más ingrata de los últimos tiempos. Igual con los trajes enterizos que miro a otras mujeres usar con éxito. La moda es una herramienta objetivamente buena, pero no toda me queda bien.
Se puede considerar que todo lo que hace el ser humano tiene cosas positivas, buenas. Pero no todo el mundo puede hacer lo mismo, con los mismos resultados. Lo que me queda bien a mí (estudiar matemática, por ejemplo) no le sirve igual al vecino (a quién le puede costar sumar dos más dos, pero que tiene habilidades mecánicas muy por encima de mi inutilidad hasta para cambiar una llanta). Pasar por la vida sin saber en dónde está el punto ideal para probar cosas nuevas y crecer, escogiendo lo que mejor nos queda, es como esas pobres mujeres que se ponen lo último que sacan en las pasarelas, sin verse en un espejo.
Cuando uno cria niños, es más que evidente que no puede hacer lo mismo con dos personitas diferentes. Con JM era suficiente decirle que algo me enojaba para que lo dejara de hacer. A F mi enojo la deja fría y me tengo que idear otro tipo de chantaje.
Como con todo lo importante, es bueno conocerse uno, con cariño, pero con sinceridad. Buscar lo más conveniente implica a veces dejar las cosas buenas del lado, pero para buscar unas mejores. Para mientras, seguiré persiguiendo jeans rectos, porque mis skinny me hacen ver como pera.