Nadie se fija

Algo me pasó y pareciera que hubiera recibido un buen golpe en la cara, debajo del ojo derecho. Al menos así se miraba ayer domingo y hasta lo sentía cuando cerraba los ojos. Hace unos años, eso me hubiera hecho salir con lentes oscuros. Ahora fue una simple molestia, porque sí me ardía. Hoy salí a la calle con mucha crema antialérgica, una ojera en negativo sólo debajo de un ojo. Cero vergüenza, máximo alivio.

Con la misma desfachatez hago súper en traje de karate y uso Keds porque son cómodos. O salgo en shorts cuando hace calor. Y nadie se fija. A nadie le importa.

Creemos que somos el centro del universo y es cierto en alguna medida. Somos el centro de nuestro pedazo de existencia, necesariamente, porque todo lo percibimos desde nosotros mismos. Es más, no hay otro punto de vista igual al nuestro, ni en todos los multiversos. Pero se nos escapa el que eso implica necesariamente que nadie más nos tiene en el mismo lugar en su vida. Cada uno vivimos primero adentro y luego nos mezclamos con el mundo exterior.

Darnos cuenta de esa clave de existencia libera. Porque nos deja tomar decisiones que nos competen sólo a nosotros con la liviandad de la indiferencia de los demás. A nadie le importa si voy en fachas a hacer mandados, si tengo el pelo verde (ya lo tuve morado) y si tengo tatuajes. Y si les importa, no son mi problema.

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