Cuando estoy planeando algo, desde el almuerzo hasta una fiesta, trato de recordar lo que me decía mi mamá: no importa si no sale exactamente como tú querías; nadie sabe qué era eso exactamente. Y, sí, sólo quien hace los planes conoce cómo deben salir al detalle.
Los seres humanos operamos bajo la impresión que tenemos control sobre nuestras circunstancias. Al menos en alguna medida. Cuando lo cierto es que nuestra esfera de influencia es muy reducida y, aunque hagamos planes que se desarrollan, éstos van cambiando bastante conforme todo lo externo los mueve. Hay que pensar que, más que un escenario que uno dirige hasta el último detalle, la vida es un cuadro cambiante que uno más o menos dibuja con lo que tiene a la mano.
Lo mejor de esto es que uno puede adaptar hasta las propias expectativas. Si no todo sale al centavo, pero el resultado es agradable, ¿importa realmente? Creo que no. Total, a veces hasta a mí se me olvida qué quería en un principio.