Los Pequeños Momentos

Me he topado con un dilema enorme en mi situación actual: mi remuneración es completamente intangible. Porque antes era muy fácil cuantificar el resultado de mi esfuerzo: unos honorarios, un bono, etc. Ahora… Tengo dos jefecitos que requieren mi atención 24/7 y no veo por dónde reciba yo un sueldo en moneda contante.

Y es que los frutos de mi esfuerzo no los puedo medir en números. No tienen idea de lo que me cuesta, aún ahora, asignarle un valor a mis ocupaciones diarias después de haber trabajado desde los 20 años y haber mantenido familia, papás enfermos y casa en diferentes ocasiones.

No me ha faltado la pregunta de: «¿y usted qué está haciendo ahora? ¿En dónde trabaja?» Todavía me da un poco de penita responder que no «trabajo» en ninguna parte y siento la necesidad de justificar el criar a mis hijos «porque no hay nadie más que los cuide.»

Y luego están esos momentos que justifican todo:  los jeans de hace 5 años, las fachas diarias, las noches en vela, la falta de un oficio productivo. Está el recuerdo de una manita sobre mi mejilla en una de las múltiples dadas de mamar a media noche. Hay una felicitación de una profesora. Está la sonrisa torcida de la niña que quiere ser como yo.

Mi día a día no lo puedo cuantificar. Me encantaría una medida tangible, o, al menos, liberarme del sentimiento de ser un miembro no productivo de la sociedad, esa espinita que me mete un poco de veneno y me hace sentirme «desperdiciada». Han pasado 7 años y eso sigue allí. Pero también ellos están creciendo y dando frutos que, si lo miro desapasionadamente, sobrepasan con creces todo lo demás.

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