Hay dos cosas clave en el cuento de la Caperucita. La que siempre me ha llamado la atención es que, conociendo el bosque (si no fuera así, la mamá jamás la hubiera mandado sola), no identificara que el camino ofrecido por el lobo no era el más rápido. El lobo no le promete riquezas ni golosinas, sólo una forma más rápida de llegar.
Los atajos son maneras eficientes de llegar a un destino, pero aún los verdaderos no son siempre los más convenientes. Entre la rapidez se pierden los detalles y allí va mucho del conocimiento útil. Uno debe conocer las cosas a detalle antes de saltárselas. Las reglas sólo pueden romperse cuando se conocen.
Los atajos son útiles. Ayudan en la comunicación de cuestiones generales, para llegar a tiempo a una cita y hasta para dar una respuesta angostamente correcta. Pero no para fijarse en lo que hay alrededor. Y, a veces, hasta se vuelven más largos.