Estar frente al mar y pensar en cosas que me sobrepasan son lo mismo. Me es imposible no considerar mi propia impermanencia cuando una ola sigue a la otra. Y aceptar que todo lo que es eterno, cambia constantemente.
Estar en una relación de largo plazo es contemplar el cambio del otro y subirse a la ola que venga con el tiempo. Me ha costado un pedazo de corazón entender que no puedo regresar a la idea que tenía de mi matrimonio hace quince años. Y he ganado una pieza adicional al aceptar los cambios con que ahora vivo. Para mí, que soy rutinaria, esos vaivenes me han destruido el puerto en el que anclaba mi barco. Pero la vida no está hecha para quedarse varados.
Si uno quiere algo que dure para siempre, hay que aceptar que siempre va a cambiar. El mar es siempre el mismo aunque nunca sean las mismas olas.