En casa el lema preferido es “es lo que hay”. Porque la realidad, por mucho que nuestra percepción de la misma sea parcial, es lo que tenemos enfrente. La vida es como un concurso de cocina en el que uno tiene que cocinar el mejor plato que pueda, con tan solo los ingredientes que están.
La aceptación de la situación en la que se vive no es en absoluto un derrotismo. Es la forma clara de respirar, ver en dónde está uno con claridad y sin histrionismo y seguir adelante. Es no clavarse en lamentos o perder el tiempo fantaseando. Es tomar las riendas de lo que uno tiene y cabalgarlo hacia donde uno quiere estar. Las limitaciones sólo son los ingredientes amargos que uno debe incorporar y que, muchas veces, realzan el sabor de la comida.
He aprendido a sentarme con mi realidad, incluyendo la tristeza o el cansancio o la soledad. Porque negarlos no hace que se vayan, al contrario. Y, generalmente, aprendo algo nuevo.