La forma más fácil de tener orden es no desordenar. Y como eso suena tan verdadero como que el agua moja, les dejo otra: es mejor no ensuciar a limpiar.
En el teatro de nuestra mente, los asientos correspondientes a los hábitos comienzan vacíos. Sentamos allí a nuestras rutinas, el espacio está vacío, el ocupante no encuentra mayor resistencia, sea bueno o malo para nosotros. Luego, cuando queremos cambiar, tenemos primero qué desalojar la silla. Y eso es mucho más complicado. De hecho, es el doble de trabajo, porque el inquilino previo pesa y se niega a salir de allí.
Por eso es más sencillo comenzar de un lugar ordenado y limpio. Para todo, hasta la forma en que nos hablamos cuando nos vemos al espejo.