Pocas cosas son tan notorias como la ropa interior inadecuada. Una tanga muy pequeña, un bra mal puesto, unos boxers que se marcan, todo se nota magnificado. Y todos usamos (espero) ropa interior. Pareciera que el propósito fuera que no se notara algo que sabemos existe.
Así también las virtudes. Pocas veces nos damos cuenta cuando alguien es honrado, amable, paciente, generoso. O sea, sí nos fijamos, pero como si fuera un conjunto armonioso.
En cambio, la falta de virtudes sí se nota. En un grupo de gente amable, el patán sobresale. En una institución honrada, el corrupto se destaca. En una familia de gente buena, la oveja negra es notoria.
Tal vez por eso es más fácil fijarnos en nuestros defectos cuando nos contemplamos. Yo sé que mis ojos se dirigen inmediatamente a la lonja que me queda, en vez de buscar alguna mejora. Y tal vez, también, se vuelva tedioso a veces ejercer una virtud, porque pasa desapercibida, como una buena tanga.
Qué bueno que las cosas malas llaman la atención. Es triste cuando estamos tan acostumbrados a ver cosas desentonantes, que ya no nos molestan. Entiendo que sólo fijarse en los defectos es cansado y puede ser fatal para la salud psicológica, pero el no creerme perfecta me empuja a buscar mejorar.
Al menos no salgo a la calle con VPL.