Las Sonrisas Peligrosas

Mi adolescencia pasó entre lágrimas: de tristeza, de enojo, de vergüenza, de «pasó la mosca». Expresar emociones a través de llorar es un poco frustrante, tanto así que ahora me es casi imposible soltarme a chillar. A lo más que llego es a que se me pongan los ojos igual que caricatura japonesa, con una capa líquida que no se rompe.

Tal vez lo peor sea llorar por enojo, porque he aprendido a igualar lágrimas con debilidad y eso quita legitimidad a las indignaciones. Y aunque resulta que las mujeres estamos hormonalmente predispuestas a accesar los ductos lacrimales más fácilmente en una emoción fuerte, yo detesto llorar y prefiero clausurar las compuertas.

Si estoy ensatanada, lo más probable es que me ponga muy callada y muy sonriente. Si me miran así por la calle, huyan. En serio. La gente puede ocultar muchas cosas detrás de los dientes expuestos: dolor, tristeza, enojo… Y así como una lágrima no equivale a sentirse mal, una sonrisa tampoco es igual a estar feliz.

Las personas somos complicadas, sobre todo si pretendemos adivinar qué le pasa a la gente que uno tiene a su alrededor. Creo que lo mejor siempre es preguntar.

Hasta que lo conocen tan bien a uno que saben lo suficiente como para pegar la carrera.

2 thoughts on “Las Sonrisas Peligrosas

  1. Me pasa similar, con sonrisas y silencios me es más »fácil» esconder que estoy a un poco de salir corriendo del malestar que cargo en ese rato…
    Lo reconfortante es tener a quién detecta con una mirada ese malestar y ayuda a desahogarse y poder seguir la vida.
    ¡Muy bueno tus escritos! Emanas sinceridad, te lees confiable, auténtica y una tristeza terminar de leerte y quedar esperando más publicaciones!

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