Mis hijos son maravillosos. Sacan buenas notas, comen de todo, son empáticos, me hacen caso. Pero hacen cosas pequeñas que me molestan. Como la pequeña piedra en un zapato totalmente cómodo que hace casi imposible caminar. Como comer mal. Me pudre.
Es tonto. O no. Las cosas pequeñas abren grietas, basta ver el daño de una gota de agua. Tal vez es porque no les damos importancia y las dejamos pasar aunque nos vayan haciendo daño de a poquito hasta que estallamos.
A veces no aprendemos a cerrar los círculos emocionales para estar bien. O algo nos molesta y lo arreglamos o de verdad no tiene importancia y lo dejamos ir. En vez de eso, no hacemos ninguna de las dos cosas y continuamos tomándonos la píldora que nos hace un poco de daño. Es como aceptar el café como no nos gusta todos los días. A cualquiera pone de mal humor. Y no es ser uno conflictivo, al contrario, es aprender a manejar esas pequeñas molestias. Nadie quiere andar con una astilla en el dedo el resto de la vida, eso se infecta.
Seguiré atormentando a mis hijos para que coman bien, sean corteses y se laven las manos. Agradezco no tener que pelear con ellos por otras cosas.