Hace poco, un chef extraordinario dijo algo con lo que yo siempre he estado de acuerdo: la mejor comida es la que te gusta. Y así con todo. Hay ámbitos de la vida en los que nadie debería meterse, sobre todo cuando no les afectan y no los pagan.
Los gustos nos deben gustar. Por algo la palabra. Sin pretensiones o querer parecer algo que no somos. Aunque sé que es de altísima cultura, a mí no me gusta la ópera, por ejemplo. Y, aunque lo detesto, si no me obligan a escuchar reggeatton, no ocupa mis pensamientos.
Eso cuesta entenderlo cuando uno cree que tiene la obligación de formar personas. Sobre todo la parte de no tomárselo personal si no comparten con uno las afinidades. Es lo que toca para educar gente independiente. Y, quién sabe, por esos gustos diversos, puede también aprender algo nuevo uno.
