Me quedan tus ollas y batidoras, que sí uso,
las telas y encajes, que ya no,
los sellos que le presto a la niña,
las tintas guardadas en sus cajas.
Intenté decir que eran mías y gastarlas,
no pude, sentí que te borraba,
las metí en un cuarto sin ventanas
y me hace falta verlas porque me haces falta tú.
Mejor pienso que las comparto contigo,
una forma de llevarte a donde voy
es lo que te hace inmortal
al menos en mi recuerdo.