Mañana, (hoy jueves que publico esto) es mi examen para segundo dan en el karate. Me ha llevado 8 años, que se escucha como mucho, pero no es nada comparado con mis compañeros que algunos llevan 50. Estoy nerviosa, aunque no preocupada. He hecho lo que estaba en mi alcance para prepararme y ahora sólo queda confiar que la memoria muscular haga lo suyo.
Yo no soy buena para el karate. Me faltaría haberlo empezado hace 40 años. Pero lo que me quedo corta en talento, lo he tratado de compensar con perseverancia. El dojo me ha visto entrenar con dolor de pie, de espalda, de cabeza, desvelada, de goma (una vez todavía borracha), con una mano rota, el pie recién operado, la niña en el intensivo, de lunes a sábado, por Zoom, en vivo… es un lugar que me llena, en donde siento que no hago bien las cosas, pero sí mejor, en donde tengo amigos con los mismos intereses y en donde siento que mi cuerpo tiene una función.
Agradezco a todos mis compañeros con quienes he entrenado, porque he aprendido de todos. Espero poder seguir entrenando así toda mi vida. Porque, aunque no soy particularmente buena, me gusta lo suficiente para continuar. Tal vez precisamente porque me cuesta es que me esfuerzo más. Ahora sólo espero que no me revienten la cara como en el último examen.