Es un dicho de una amiga, refiriéndose a un amigo que, habiendo ganado demasiada confianza, nos había perdido mucho del respeto.
Por alguna razón, hay personas que creen que mayor intimidad les da licencia para dejar las buenas costumbres en la puerta. No lo entiendo. Yo me acerco a la gente que admiro y respeto y nutro la amistad porque me gusta su comportamiento. Me imagino que a mis amigos también les gusta cómo soy con ellos. Estoy completamente segura que eso cambiaría tan rápido como se disipa una calentura nocturna con la luz del día si, por la «confianza» que les tengo, comenzara a tratar a mis amigos como chancleta.
Es más difícil aún con las personas con las que uno vive. El pants perpetuo y los pelos de nido de ratas que se vuelven el uniforme de estar en casa. La falta de un «buenas noches», porque igual se amanece juntos, los «gracias» y «por favores» asesinados por el roce diario. Si la gente le pusiera la misma atención a su pareja, con el mismo cuidado de enseñar la mejor cara, pocos matrimonios se podrían describir como dormir con el enemigo.
Tener confianza no es sinónimo de convertirse en el patán del hogar. La intimidad debería servir para esmerarse en ser cada día más cuidadoso de una relación que mejora con el tiempo.