Un trompetista en la esquina toca con poca fortuna su instrumento y uno piensa “¿Será que no practicó?”, pero te das cuenta que, seguro sí lo hizo y simplemente creyó que ya era suficiente.
Hay cosas para las que no hay cantidad de ejercicio suficiente. Simplemente no hay talento y no se va a llegar a suplirlo. Otras para las que no es necesario estar probando. Salen bien solas. Entre ese par de extremos está la gran mayoría de la vida. Todo puede mejorar con la práctica. No hay talento que no se afile con repasarlo.
Así aprendí con el karate: me sé todo, pero no me sale bien por mucho que practique. No tengo el talento, aunque sí las ganas. Pero eso no tiene por qué quitarme el gusto de hacerlo. Como al señor de la trompeta.