Cuando uno quiere calmar a un niño, puede probar distraerlo. El arte de hacer un ruido que se hale la mirada ayuda muchas veces a tapar la fuente de los llantos. No es que se haya solucionado la razón del descontento, pero sí se le quita atención.
El problema es que, aún de adultos, nos seguimos dejando llevar por las cosas más llamativas en vez de ponerle atención a los detalles. Mientras más escandalosa la noticia, mejor. Y de paso dejamos de preocuparnos por cosas importantes.
Lo mejor que uno va a aprendiendo es a dejar un espacio entre el estímulo y la reacción. Sirve para no herir sentimientos, para no comer de más, para guardar la calma. Y también sirve para mantenernos enfocados en lo que molesta para cambiarlo, aunque no haga ruido.