Hace poco tomé un taller de escritura creativa. Excelente. El profesor es de esas personas que generosamente comparten su conocimiento porque sí quieren que sus alumnos sean mejores, aún que ellos. Es refrescante eso. Llegamos a dos conclusiones (al menos yo a dos llegué): 1. el objetivo de escribir es hacer que las historias viejas sean nuevas; 2. uno escribe para que lo lean.
Cualquier proceso en el que se saquen las ideas interiores hacia el exterior conlleva un compartirse con el mundo. El arte es una conversación entre dos personas a través de un medio que sirve de puente temporal y espacial. Yo puedo hablar con Miguel Ángel cuando lloro frente al David. Me puedo emocionar con Dumas cuando leo las aventuras de D´Artagnan. Agradezco la sensibilidad a Rembrandt cuando contemplo el retrato de un viejo. De eso se trata para mí el arte: el acercamiento entre dos personas.
Necesario un receptor para esa conversación. Al menos uno. Y, aunque el trabajo de un escritor sea aparentemente solitario, siempre se tiene a un lector ideal en mente: usted que me lee. Aunque no esté de acuerdo siempre, aunque no le guste cómo lo hago, aunque sólo sea uno.
Por eso es tan vital para mí publicar (hacer público) todo este que vengo haciendo desde hace más de tres años. Porque tengo una conversación sin fin hacia el aire que se recoge con cada persona que me lee.