El Soundtrack De Mi Vida

Tengo una excelente memoria para olvidarme de todo. Hay muchas cosas que recuerdo sólo de ver las fotografías. Partes enteras de mi vida que están bloqueadas, o que me salto en el recuento de mis años. La caña que pesca los momentos que quiero sacar a la luz, para mí, es la música.
La Navidad de mi infancia suena a los villancicos del himnario de mi abuela, que ahora es un documento venerable que sólo se saca cuatro domingos al año. Mi adolescencia angustiosa se mueve al ritmo de los gunners y alguna que otra de Bryan Adams. Les puedo dar el playlist entero del camino a la Antigua cuando volvimos a salir de novios. Under Pressure me sirvió para molestar a un muchachito en Nueva York. Frank Sinatra acompañó mis embarazos cuando «I´ve Got You Under My Skin» tomó un significado completamente diferente al original. Bailaba por toda la casa escuchando «Me Pongo Triste y Sentimental» con un canche que apenas puedo cargar ahora y bañaba a una pulguita amarilla y arrugada con «Just The Way You Are» (creo que es la única de Mars que me gusta).
Otras canciones entran furtivamente y me atacan. «Eres Tú» es un gancho al hígado que casi rompe el dique detrás del cuál guardo a mi mamá, porque todavía no sé si puedo navegar su recuerdo, o quedar ahogada de tristeza.
Creo que una vida llena de música tiene una dimensión adicional. Que mis hijos me pidan que les cante «sus» canciones de Alux crea un puente entre mi yo adolescente y su ellos niños y tal vez es más fácil que se entiendan.
Y tal vez, como encantador de serpientes que las saca de la canasta con una flauta, yo desenrosque mis recuerdos, una canción a la vez.

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