En época del Imperio Romano, el emperador Tiberio celebraba sus cumpleaños con bacanales de 100 días, en una isla alejada de la ciudad. Usaba un tercio de un año calendario para la fiesta… Seguro se necesita un tercio para la planificación y el último para descansar.
A mí me da algo de pensar hacer una reunión para el mío. Y no es que no me guste invitar gente a mi casa, al contrario. Cocinar, comer, compartir con amigos es lindo y soy feliz haciéndolo. Pero no para mi cumpleaños. Eso lo hacía mi mamá. No estando ella, no tengo quién me haga mi pastel. Todo un drama.
Lo que sí se puede tomar del espíritu de las fiestas tiberianas es celebrar la vida misma. Y hacerlo de tal forma que no haya duda que vale la pena que uno esté vivo. Aunque no sea todo como uno lo quiere, siempre hay forma de encontrarle el gusto a donde se está. Al final del día, todo es temporal, pasa lo bueno y lo malo, hasta una fiesta de cien día tiene uno último.
Todo bien. Estar consciente del paso del tiempo, no sólo por los cambios que se miran en la piel, sino también por los que uno hace en su vida. Tal vez así no molesta el cambio de numerito en la edad.