Cuando se podía, escribía nadando. Las vueltas repetitivas que exigen una concentración física tremenda liberan la mente para pensar en cosas no esenciales. Me ha costado muchísimo escribir cosas interesantes desde que no me meto a la piscina, todo gracias a La Peste, porque no puedo dejar a los engendros solos en el homeschooling, si pretendo que no se vaya todo al caño.
Mi escritura debe ser cada vez más intencional y trabajosa, ya mi subconsciente no me hace el trabajo pesado. Ni con los rompecabezas, porque allí necesito utilizar el cerebro. Resulta que no es para nada un método que yo haya descubierto, sino que es el preferido de muchas personas bastante más creativas que yo. Tal vez es sólo la confianza en uno mismo, como el dejar estar el nombre que no se recuerda y saber que, aunque sea a media noche, lo vamos a encontrar entre las gavetas mentales.
Ahora doblo garzas de origami. Debo llegar a mil. Tal vez, si tengo suerte, me ayuden a escribir un cuento.