Sentirme sola, desconectada, distraída, fue la constante del 2019. Por una serie de circunstancias desafortunadas, se me fueron rompiendo varias de las conexiones que tenía con la vida hasta ese momento. Me encuentro ahora con la poco usual oportunidad de retomarlo todo. O no.
Practicar meditación ayuda a medir con menos angustia las propias experiencias, porque se aprecian como transitorias, nada dura más de lo que le ponemos atención. Que no quiere decir no sentir, sino sentirlo todo hasta agotarlo.
Si no me aferro a lo que he pasado, puedo ponerle todo el empeño y dedicación a lo que tengo enfrente. El desapego de uno mismo tiene como resultado la presencia consciente en el ahora y en el yo.
Estoy exquisitamente lejos de lograr todo esto, pero estoy segura que me encuentro a las faldas de la montaña correcta y es sólo cuestión de escalar, no importa cuánto me tarde. La cima se puede seguir alejando el resto de mi vida, pero el camino me llevará cada vez más allá de donde estaba y a veces eso es suficiente. Quiero sentirme acompañada, conectada y concentrada y eso sólo lo puedo lograr dejando ir a la necesidad anterior.