Logré hacer hilachas

Hay platos que me remontan inmediatamente al comedor de mis papás. El arroz a la valenciana para ocasiones especiales, el cocido de los lunes, las hilachas. Aún recuerdo la sensación de ahogarme cuando se me mal desenrollaba un pedazo de carne. Igual seguía comiendo. Me fascinan. Creo que por la pura nostalgia de que no me salieran iguales, no me había animado a hacer.

Los recuerdos de comida son muchísimo más complejos que el simple sabor. Por eso es que pocas veces nos saben igual las cosas que volvemos a probar de adultos. Llevamos años idealizando la magdalena de la casa y es imposible hornearle la memoria.

Lo que sí se puede hacer es lograr lo propio. Transformar el recuerdo en una experiencia de ahora, con el sabor que a nosotros nos guste. Nunca va a ser igual y tampoco es necesario. Va a ser nuestro, así como es nuestra la vida que llevamos y que no puede ser un homenaje a personas que ya no están. Las cosas viejas las incorporamos a las nuevas y les dejamos un escalón más en el camino a los que vienen detrás nuestro.

Mis hilachas llevaban yuca, no papa. Y les faltó chile guaque. O algo. No sé. Ya las haré a mi gusto.