Sólo tengo que cerrar los ojos
O abrirlos y ver el cielo
Escuchar la música que me habla de ti
O cantar la que te gusta
Recordar tu piel bajo mis manos
O tu mano en mi espalda
Para sentirte sólo tengo que respirar.
Allí estás.
Sólo tengo que cerrar los ojos
O abrirlos y ver el cielo
Escuchar la música que me habla de ti
O cantar la que te gusta
Recordar tu piel bajo mis manos
O tu mano en mi espalda
Para sentirte sólo tengo que respirar.
Allí estás.
No me gusta correr. Siempre he dicho que correr arruina las rodillas y bota el busto. Nunca le he encontrado la gracia a pasar de un lugar al otro, menos subirme a una banda que no va a ninguna parte. Como ejercicio de aguante, he estado nadando. Todo bien. Dar vueltas a la piscina escuchando mis propios pensamientos me ha servido hasta de relajación.
Siempre hay cosas que no nos gustan. Y no tenemos que forzarnos a probarlas todas. Pero sólo hacer lo que nos sale bien, comer la comida que queremos y hablar con la gente que nos agrada, nos hace el mundo muy reducido.
Un buen ejemplo es en los libros que leemos. Podemos tener un género que nos engancha, pero hay tantos más, que quedarnos sólo leyendo fantasía nos dejaría sin jamás haber descubierto a un Ruiz Zafón o a un Sacheri.
El secreto de ejercitarse exitosamente también está en variar y eso, necesariamente, implica hacer cosas nuevas. Meternos ideas nuevas en la cabeza nos expande el mundo. Probar comida que nunca habíamos ni oído nombrar, hasta nos acerca a culturas diferentes. Platicar con gente nueva nos permite vivir nuevas experiencias.
La vida es más rica, más satisfactoria, cuando nos abrimos a vivirla.
El calentador de la piscina al aire libre en un lugar muy ventoso de la ciudad, está arruinado desde hace un mes. El agua está helada y yo de verdad ya probé nadar así, pero es una tortura a la cual no estoy dispuesta a someterme. Ya llego un par de semanas corriendo…