«Mama, ¿qué es ese calzón que sólo cubre la raya?», pregunta mi hijo de 7 años hace poco. Menos mal estábamos parados en un semáforo, porque hubiera podido chocar de la sorpresa.
Entonces comenzamos con el protocolo de respuesta ante ese tipo de inquisisión:
P. ¿En dónde lo viste?
R. En una valla anunciando baterías.
P. ¿Qué te llamó la atención?
R. Que sólo le cubre la raya y ¡qué incómodo! ¿Por qué usan esas cosas?
Hay una diferencia abismal entre darles las herramientas a los hijos para caminar (más o menos) protegidos por el mundo y otra querer creer que nunca van a enfrentarse a lo que está allá afuera. Imposible que un niño en esta época no mire nalgas y chiches por todos lados, cuando están en las vallas anunciando escaleras, en la tele vendiendo filtros de aire y en otras partes igual de inesperadas.
¿Y qué puede hacer uno? Yo sólo sé qué prefiero hacer en mi casa: responderles exactamente lo que me preguntan, teniendo en cuenta su edad. Incluso, en algunos casos, me adelanto a la pregunta, dando la información que quiero que tengan de primero, antes que alguien más llene esa silla en el teatro de su cerebro.
No todos somos así. Hace poco comenté que sería bueno recibir, como padres, una charla con un buen psicólogo de cómo hablarles acerca del sexo a nuestros hijos. Ustedes creerían que tuvieron a sus hijos por ósmosis del horror que vi en sus ojos ante la palabra mágica. Y después están lamentándose que el neneco anda por allí feliz cantando la canción del serrucho… No se puede.
El mundo no va a hacer una burbuja alrededor de nuestra realidad para no dañarnos. Es nuestro trabajo prepararnos y nuestra obligación preparar a los que tenemos a nuestro cargo, para salir a la calle y no embarrarnos demasiado.
La conversación terminó así:
«Pues, hijo, eso es una tanga, una ropa interior que usan las mujeres para que no se les marque el calzón debajo del pantalón. No es para andar así por la calle. Porque es ropa INTERIOR.»
Espero que la próxima vez no me agarre cortando algo en la cocina, o con el carro en marcha, no me gustaría tener un accidente.