Hablando con el niño, le dije que tenía que probar pedir algo. Es complicado imbuir de valor a alguien pequeño que cree que las consecuencias de todo son absolutas. Guiarlo a que dimensione que un “no”, simplemente lo deja igual que como está, cuesta paciencia con las emociones desbordadas de adolescente. Cosa que no siempre tengo.
Todos tenemos miedo de pedir. Porque no nos gusta que nos digan que no. Que nos rechacen. Es muy feo. También es porque no hemos aprendido que uno puede tomarse las cosas como no personales, aún las que sí lo son. Nada malo hay en nosotros si otra persona simplemente no quiere nuestro afecto. Es cuestión que está fuera de nuestro control. Lo más que pasa es que nos quedamos igual. Porque de todas formas no teníamos lo que pedimos. Hasta ganamos el conocimiento de nuestra situación.
Yo prefiero preguntar y no quedarme con la duda. Lo mejor que me puede pasar es que me digan que sí.