Veo anuncios de lo que hacen los relojes nuevos y estoy segura que es completamente científico y explicable. Doy por sentado que un aparato colgado de la muñeca puede medir mi ritmo cardíaco, decirme cuánto he caminado y hasta cómo va mi saturación de oxígeno. Momento… ¿oxígeno medido en la muñeca? ¿Qué uno no respira por los pulmones?
El momento de sorpresa y maravilla es fugaz, porque me meto a un carro que cambia solito las velocidades, escucho música que me envían por internet y hablo por teléfono sin tener que marca un sólo número. Mi capacidad de asombro tiene una barra muy alta qué saltar, porque en casi todo lo que utilizo a diario hay cosas que simplemente no podría replicar. No sé si es una ventaja no tener que ser experto en armar y desarmar cualquier aparato que utilizamos todos los días. La cantidad de máquinas que nos acompañan es tal, que dudo que haya una persona en el mundo que pudiera reparar todas las que se usan en una casa promedio.
No puedo explicar c´ómo sabe un teléfono si estoy respirando bien. Supongo que tampoco me interesa lo suficiente como para aprender (el oxímetro normal de dedo envía pequeñas pulsaciones infrarrojas que se reflejan en la sangre que pasa por la extremidad, midiendo los cambios en la absorción de luz en la sangre). Y así con tantas cosas. Creo que voy a comenzar a verlo todo otra vez con ojos nuevos, porque, si lo acepto, estoy rodeada de magia. ¿Y quién no quiere más magia en su vida?