Tengo dos gatos. Me encantan los gatos. No me gustan los perros. Y, aún así, se me está acabando el tiempo de vivir en una casa chucho-free. A pesar que me mordió un perro y me deshizo la cara cuando yo tenía seis años, mi disgusto no viene de eso. Viene de que me son desagradables, demasiado pedigüeños, muy dependientes y absolutamente apestosos.
Pero… puede ser una buena adición a la casa. Hasta nombre le encontramos con la niña. Y, si es como el perro maravilla que tuvo mi mamá, puede que hasta me caiga bien.
Siempre vale la pena abrirse a algo nuevo. Aún que bote pelos, babee y huela mal. Tal vez hasta me llegue a gustar.