Vamos a regresar

No tengo voz. No sé si fue el aire acondicionado o tener que hablar tanto. Pero sueno a cuerda vieja. Así me siento también luego de días mezclados entre tensos y de sociabilidad forzada.

Es increíble cómo todo se nos gasta, hasta las palabras y cómo suenan. Recuerdo que mi mamá ya no podía cantar en sus últimos años de vida. Los ojos también se ponen grises y ni hablemos del pelo con las canas.

Pero tal vez este desgaste es tan solo la forma que tiene la vida de lijarnos para encontrarnos la forma esencial que a veces llevamos escondida. La raspada duele, pero termina uno mejor acabado. Hay muchas cosas que ya no acarreo conmigo más que como referentes del espacio que ya no está lleno de fantasmas pesados. Ha dolido quitarlo, pero estoy más liviana y puedo regresar a los lugares de antes sin ahogarme por exceso de peso.

Vamos a regresar siempre. Pero cambiados. Tal vez sin voz. Pero ojalá sin equipaje que no necesitamos.

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