Nada es menos real que una foto, ni más cierto. Representaciones planas y estáticas de momentos con profundidad y movimiento que guardamos entre las tapas de un álbum o en la memoria de nuestro celular. Escogemos las mejores, las enseñamos, nos dejamos allí para futuras generaciones y creemos poder trascender.
Las fotos no son verdad pero sí la representan. En una fracción de su todo. Evocan el recuerdo cambiante de un momento congelado, regalan sentimientos extraviados y nos hablan de lo que fuimos (o quisimos tratar de ser).
Me gustan las fotos. Desde las banales e impublicables que borro, hasta las que son más arte que un cuadro y me mueven. Van a ser lo único que nos represente cuando ya no estemos.