Ya llevo varios días sin perderme, porque ya me conozco esta ciudad casi de memoria. He estado en varias conferencias, una más interesante que la otra, en donde he escuchado a algunos autores que conozco y algunos que voy a conocer, hablar con mayor o menor gracia de cómo hacen lo que hacen.
Habitar una construcción temporal, hecha para durar pocos días, implica ponerle atención a cosas más transitorias que lo normal. Si uno tiene en cuenta que todo se acaba, pero que no sabemos cuándo, podríamos apreciar lo precioso de lo que nos rodea. Pero somos demasiado distraídos y tal vez por eso las cosas que tienen fecha de caducidad nos animan a considerarlas más valiosas.
Yo sé cuánto tiempo me queda en este lugar, que es mucho por todo lo que nunca había estado antes, pero es poco, porque se termina. Como todo. Espero que, entre tanto libro, comida, risas y encuentros, regrese con la gana de ponerle fecha de caducidad a todo, aunque sea día a día y que aprecie cada uno de ellos como si fuera el día de cierre.