Una crónica avanzada (1)

Voy a pasar una semana completamente fuera de mi normalidad y quiero documentarla por adelantado, como si fuera una pitonisa leyéndome mi propio futuro. Y, aunque estoy publicándolo mientras sucede, lo estoy escribiendo una semana antes. Así, tal vez me calmo el estrés de lo que no sé, porque ya yo pasé.

Hoy lunes, por ejemplo, ya llevo dos días entre libros y personas interesantes, jugando a ser la adulta que habla de literatura y se ríe y no tiene ninguna preocupación. Alguien que duerme de corrido por las noches porque no suena una alarma que se aferra al cuello. Sin gatos en la cama. (Qué interesante que me ilusione más dormir sin interrupciones que la feria en sí misma. Dice mucho de mi nivel de cansancio.)

Estar en una feria internacional del libro en un país que se lo toma en serio, es un parque de diversiones para gente como yo. Es el único lugar en el que me lamento verdaderamente de no ser millonaria. Los libros son esas sirenas en las que me encallo, sin lamentarme de quedarme allí. Estos eventos están llenos de personas que se pueden perder entre los laberintos de una ciudad pequeña, levantada entre libreras, en donde los personajes de los libros tienen más importancia que la gente que los lee. Es su función: ser el universo entre dos tapas, recreado tantas veces como escritores los imaginen.

Yo me paseo con absoluto abandono. Nadie me espera en ninguna parte y, en estos días, soy sólo de mí misma. Será interesante seguir así.

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