Un momento antes

“Después de la tormenta llega la calma” es el refrán común. Pero he sentido muchas más veces la quietud de la anticipación previa al estallido que la paz subsecuente. Es como la retención del aliento en los pulmones justo antes de soltar un grito desesperado. No tiene ni un ápice de calma, es todo su contrario, en quietud.

Todos los momentos duros de mi vida los he podido pasar teniendo ese pequeño espacio de silencio. Aunque sea ominoso. Me ha dado tiempo para pensar, clavar los pies, encontrar asideros y enfrentar el desastre. Se logra uno hacer una especie de colchón que, aunque no quita del todo los golpes, los esparce un poco. Los peores dolores de mi vida los he sentido cuando no me he permitido ese escape.

Hay que aprovechar todos los momentos callados. Allí encontramos de dónde atarnos para permanecer una vez deja de soplar el viento. Porque lo deja de hacer, eventualmente y, sí, llega la calma.

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